sábado, 21 de junio de 2008

Desechando lo desechable - Marciano Durán

Recibí por mail este texto atribuido a Eduardo Galeano (escritor uruguayo, su obra más conocida "Las venas abiertas de América Latina) y me pareció sencillamente genial.
Pero, Mariolo, me avisa que en realidad no es un trabajo de Galeano, sino de Marciano Durán. Está en esta web http://www.marcianoduran.com.uy/?p=277.
Muchas gracias por avisarme, no entiendo por qué alguien cambió el nombre del autor si el texto vale por si mismo.
Pero bueno, volviendo al texto que está muy bien, me identifiqué con muchas de las cosas que se guardaban (y se guardan..) en casa.
Y se me planteó una duda: uds. mis queridos lectores, que cosas guardan en sus cajones? o si quieren ser más filosóficos, y hablar de esas cosas que Galeano no quiere hablar y que menciona al pasar: que valores guardan de aquellos tiempos?


Desechando lo desechable.
por Marciano Durán.

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas
Crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.

Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos!¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando! ¡ ¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto:¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de.......... . años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII).
No existía el plástico ni el nylon.
La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor.
Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.

Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre(y vaya si era un nombre como para cambiarlo)

Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar(porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo,las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.
¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos. ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para
hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Todo guardábamos!

Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.
Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.

Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.
¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil,no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!!.
¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa (broches) y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos.
Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos.

Las primeras botellas de plástico se tansformaron en adornos de dudosa belleza.
Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.
Ah¡ No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.
Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer.
No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.
No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.
De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
Hasta aquí.

6 comentarios:

Leo dijo...

Me gusto mucho este post, no me gusta mucho Eduardo Galeano, aunque me gusto lo que escribió, con más tiempo comentaré este post.
Aunque creo que es una situación inevitable, de lo contrario un montón de cosas no podrían suceder.
Saludos.

Alejandra dijo...

Hola Ro!! También me sentí identificada en el cuento. Leyéndolo me acordé, de que cuando era niña e iba a la casa de mi abuela en San Carlos, ella tenía una amigas que en su casa las cortinas que separaban el comedor de la cocina estaban hechas con las bolsas de leche.
Con esto recordé, que tengo guardado un saquito de cuando tenía dos años y un buzo que compré con mi primer sueldo en el verano de 1989.
También guardo mi primer oso de peluche que me lo regalaron en la navidad de 1987 a mis doce años.
La verdad que la lista de cosas que tengo guardadas es larga y no me había dado cuenta!! jajajajaja
Leo comenzó a tirar cosas, llaves de candados rotos, tuercas rotas, taponcitos de no sabemos que, jajajaja
Besos.

Ale Marge dijo...

Por eso ahora contamos con las ventas de garaje. Aquellos que van con "lo último de la tecnología y con lo que se hace rápidamente descartable" nos dejan a nosotros los que nos gusta encontrar pequeñas joyas en estos lugares.

Rosana dijo...

Jajaja, yo tambien tengo un monton de cosas guardadas...crei que al venirme para aca iba a superarlo, pero no pude con mi condicion: ahi estan por ej. el pasaje de Air Canada, la cucharita de Air Canada, etc, etc.
Igual, estoy mejorando, ahora por ej. estoy tirando los palillos rotos!! (vale aclarar, que los palillos del Dollarama son de tan mala calidad, que lo usas una vez y se rompio)
Ale Marge: tenes razon!!! aca se soluciona de esa manera, y en Uruguay tenemos nuestras Ferias vecinales, que hay una vez a la semana en cada barrio, ahi encontras desde una lechuga hasta una ruedita de coche de bebe!
La mas popular es Tristan Narvaja, en el centro de Montevideo.

Anónimo dijo...

Hola Rosana, aqui visitando tu sitio y que pienso recorrer con mas tiempo, ya que de entrada me gustó mucho.
PEROooo... lamento que mi primer comentario sea para corregirte.

Este texto fue enviado a muchísima gente como que es de Galeano y mucha gente, inocentemente, claro, lo ha creído.
El asunto es que es de otro autor nacional, menos conocido por algunos y al que esto le afecta, ya que va en contra de sus derechos de autor.

El texto está genial y muy muy real en lo que dice. Pero no se, nadie sabe porque, con qué intención, alguien o algunos, lo han hecho correr como de Galeano. Esto no lo hace mejor autor a galeano (ya que en este momento es uno de los 32 candidatos al Premio Principe de Asturias). Esto solo hace que el verdadero autor no sea reconocido. Porque se manda a todos lados el texto con el autor cambiado, asi no conocen al verdadero, que es un buen autor, que escribe con mucho humor en la mayoría de las veces, pero con muchisima reflexión, casi que saca radiografías al ser uruguayo.


El Texto que aqui pusite (y ojo, se que lo hiciste en tu inocencia de no saber el verdadero autor) se llama "Desechando lo Desechable" y su autor es MARCIANO DURAN.

Lo conozco desde hace buen tiempo (a traves de la internet, claro), escribe cosas muy buenas y ha sacado como 3 libros. El último, El Codigo Blanes es uno de los Best Sellers más grande de por acá y con ventas en el exterior. Un genial libro que, parodiando al Código Da vinci, recorre parte de nuestras cosas.

Te dejo el link donde el mismo aclara este lío que vaya a saber quien, vaya asaber con qué intención, armó cambiando los autores. Justo el se encontraba presentando el libro en España cuando se enteró.
De paso te mirás sus otros escritos.
Este es el link
http://www.marcianoduran.com.uy/?p=277


Rosana, muy buen sitio y lo sigo mirando, perdón por mi primer comentario.

ALFONSO dijo...

Hola Ro !

mi abuela decía "lo poco agrada, y lo mucho enfada", y en esto del consumo cero que se aplica en un 100%.

En Uruguay, las heladeras, y las cocinas, duraban 20 o 30 años, se hacían con motores que eran una obra de arte.

Obviamente, si la gente no cambiaba las heladeras, la fábrica (por ejemplo, "la TEM") no tenía una demanda de nuevas heladeras tan grande y tampoco, por un tema de transporte, exportación, por lo cual, se fundía.

La sociedad de consumo es una realidad de muchos países, éste incluído, y hay problemas, con esto, en el mediano y largo plazo.

Los desechos electrónicos (TVs, computadoras, etc.) son una fuente de contaminación muy importante, y no es rentable el reciclarlos, aquí en Quebec, hay una tasa ambiental para su reciclado o, más bien, enterrado.

Se hacen cosas a este respecto, pero la cantidad de cosas que se desechan cada año no se acompasa con su reciclado.

Esto genera basura, que se tiene que enterrar, solo una pequeña fracción se recicla.

Se podría intentar disminuir el consumo, pero eso implicaría una desaceleración de la economía, basada en el consumo, por lo cual eso no es posible.

Es por eso que es posible encontrar televisores funcionando perfectamente y que la gente tira, ya que, al comprar uno más nuevo, les ocupa lugar, y dejan de tener valor.

Tú debes también acordarte que, en Uruguay, te comprabas un buen pantalón, digamos un Levi's, y era normal, y hasta de buen gusto, tenerlo 4, 5, o 6 años.

Aquí en Quebec, hay un movimiento, medio "jipillo", que se llama "Simplicité Volontaire", son jóvenes que piensan que se puede vivir mejor con menos (ya sé, en Uruguay somos la mayoría de la "simplicité volontaire" :).

Te dejo el link de su sitio:

http://www.simplicitevolontaire.org/index.html